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No lo podía creer, así quedó Tiago Nunes luego que Palmeiras le remontó a Liga de Quito y lo eliminó de Libertadores

El entrenador brasileño despertó la ilusión de los albos pero finalmente quedaron fuera de la gran final de Libertadores

Por David Alomoto

Liga de Quito / Foto: X
Liga de Quito / Foto: X

La derrota por 4-0 de Liga de Quito ante Palmeiras en el partido de vuelta de la semifinal de la Copa Libertadores, revirtiendo un 3-0 de la ida, fue un evento de impacto monumental. La desazón de Tiago Nunes, el entrenador brasileño de LDU, al ver cómo se desmoronaba la histórica ventaja, se convirtió en una de las imágenes más representativas del final de la contienda.

Tiago Nunes, quien ya había advertido con cautela que el 3-0 en Quito no era definitivo, fue el primero en sufrir el golpe de la goleada en el Allianz Parque. A pesar de su conocimiento del fútbol brasileño y del poderío de Palmeiras, la forma en que su equipo fue superado, encajando un 4-0 que daba vuelta la serie, generó un shock visible. Para el técnico, ver cómo el rival anulaba su planificación y superioridad inicial con una eficacia quirúrgica debió ser simplemente increíble.

Las cámaras enfocaron a Nunes en los minutos finales, y su lenguaje corporal era de absoluta desolación. Se le vio erguido, pero con la mirada clavada en el vacío, como si estuviera procesando un evento que iba más allá de lo meramente deportivo. La derrota no solo era táctica, sino anímica, y la impotencia se reflejaba en su quietud. Ya no había instrucciones, ni gritos; solo un profundo sentimiento de pérdida.

La expresión de Nunes al final del partido era de quien no lo podía creer. Había preparado el encuentro, había trabajado en la contención, pero el poderío de Palmeiras y la fragilidad defensiva de LDU en suelo brasileño resultaron ser una ecuación irresoluble. Un 4-0 en la vuelta no es solo una eliminación, sino una humillación futbolística, y la mente del entrenador parecía estar en un bucle intentando comprender cada gol encajado.

Mientras que minutos antes Nunes había encontrado la fuerza para ser el pilar de su jugador desconsolado, Leonel Quiñónez, al finalizar el partido, él mismo parecía necesitar consuelo. El gesto de abrazar al jugador en un momento de crisis contrastó con su propia inmovilidad y tristeza tras el pitazo final. Este quiebre emocional evidenció que, detrás del estratega, había un hombre lidiando con el fracaso de una oportunidad histórica.

La imagen de Nunes sin palabras en los instantes posteriores al encuentro reflejó la magnitud de la tragedia deportiva. Cuando se pierde de una forma tan drástica, a menudo las palabras resultan insuficientes o vacías. Su silencio en el área técnica fue mucho más elocuente que cualquier declaración posterior, transmitiendo la sensación de que todo el trabajo y el sueño de la final se habían esfumado en 90 minutos de terror futbolístico.


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