Por David Alomoto
El Estadio Olímpico Atahualpa de Quito, un ícono del fútbol ecuatoriano y escenario de innumerables gestas deportivas, ha sido objeto de una reciente intervención que, si bien buscaba mejorar su aspecto, ha generado un debate sobre la verdadera magnitud de los trabajos realizados. A pesar de las expectativas de una remodelación profunda, la realidad parece haber sido más modesta.
Según el periodista deportivo Patricio Javier Díaz, la intervención en el Atahualpa se limitó a aspectos meramente estéticos, sin abordar las deficiencias estructurales y funcionales que el coloso capitalino arrastra desde hace años. Díaz, con su característico tono crítico, lo dejó claro en redes sociales: "No me vendrán que han remodelado el Atahualpa...".
El principal cambio visible y aplaudido ha sido una "manito de pintura" y la mejora en la iluminación. Estos retoques estéticos, aunque "quedó bonito" como reconoce el propio periodista, apenas disimulan el deterioro que el estadio presenta en su infraestructura interna y externa.
Patricio Javier Díaz fue enfático en su crítica al desmentir cualquier idea de una remodelación integral: "Pero, repitan conmigo: Pintar la fachada no es remodelar el estadio...". Esta frase, que se hizo viral, subraya la discrepancia entre la percepción pública de un gran proyecto y la realidad de los trabajos superficiales.
El Atahualpa, con décadas de historia, necesita una inversión significativa para modernizar sus instalaciones, mejorar la seguridad, la comodidad de los espectadores y la funcionalidad para los eventos deportivos. La simple aplicación de pintura, por muy agradecida que sea, no resuelve los problemas de fondo.
La crítica de Díaz se extiende a la previsión de futuro del estadio: "Hasta que hagan algo (pasarán años)". Esta perspectiva pesimista refleja la frustración de quienes ven cómo un escenario tan importante sigue siendo postergado en cuanto a una verdadera transformación que lo ponga a la altura de los estándares internacionales actuales.
Finalmente, la intención detrás de estos trabajos, según el periodista, parece ser más bien paliativa: "al menos que la pintura oculte lo destruido que está". Esto sugiere que la intervención actual es una solución temporal para disimular el avanzado estado de deterioro del estadio, en lugar de una solución definitiva y estructural.
En definitiva, el Olímpico Atahualpa presenta una cara "bonita" por fuera gracias a la pintura y la iluminación, pero por dentro sigue siendo el mismo estadio con urgencias de remodelación. La "manito de gato" es bienvenida, pero el clamor por una intervención integral y una verdadera modernización persiste y se hace más fuerte con cada crítica como la de Patricio Javier Díaz.
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