Los hinchas explotaron luego de la derrota de Emelec ante Aucas y mira lo que gritaron en el Capwell

El cuadro Eléctrico cayó contra los Orientales por la cuenta de 2 a 0 en Guayaquil

Emelec / Foto: API
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Foto de David Alomoto
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La caída de Emelec en el Estadio George Capwell ante Aucas no fue una derrota más, sino la gota que derramó el vaso para una afición que ha acumulado frustración por los malos resultados de la temporada. El rendimiento del Bombillo fue nuevamente decepcionante, carente de la garra y la mística que siempre ha caracterizado al equipo en su reducto. Al sonar el pitazo final, la decepción se transformó inmediatamente en una explosión de furia entre los miles de hinchas presentes.

A diferencia de otras ocasiones donde la crítica se centra en la dirigencia o en el cuerpo técnico, en esta ocasión la principal descarga de la ira se dirigió directamente a los protagonistas: los jugadores. Los aficionados, que habían apoyado al equipo hasta el último minuto, sintieron que la falta de compromiso y actitud de varios futbolistas no estaba a la altura de la historia del club. El Capwell, usualmente un caldero de apoyo, se convirtió en un escenario de protesta.

El descontento se manifestó de la manera más cruda y directa posible. Mientras los jugadores se dirigían lentamente a los vestuarios, la hinchada de Emelec, especialmente desde las localidades más cercanas al campo, comenzó a corear cánticos de protesta. La consigna que resonó con mayor fuerza y que captó la indignación general fue: "Jugadores, la concha de su madre...", un grito que encapsulaba la rabia por la falta de entrega y la humillación de caer en casa.

La elección de estas palabras altisonantes fue un reflejo de la percepción que tiene la afición: que el problema no es solo futbolístico, sino de actitud y compromiso. Los hinchas no perdonan la frialdad o la indiferencia ante la derrota, exigiendo a sus futbolistas que demuestren en la cancha que están conscientes del peso de la camiseta azul y plomo. El mensaje fue un ultimátum: la lealtad de la hinchada se mantiene, pero la pasividad en el campo es inadmisible.

El George Capwell, conocido como la "Caldera" por la presión que ejerce sobre los rivales, en esta ocasión se volvió un factor de presión abrumadora para los propios jugadores de Emelec. Los gritos de desaprobación y el cántico ofensivo resonaron en cada rincón, dejando una imagen desoladora de un equipo roto y una afición que se siente traicionada. Este ambiente hostil pone una capa adicional de dificultad para los próximos encuentros del Bombillo en su estadio.

El episodio de los gritos en el Capwell subraya la necesidad urgente de un cambio radical en Emelec, tanto a nivel técnico como anímico. La dirigencia debe tomar nota de la explosión de la hinchada, pues demuestra que la crisis ha superado el ámbito deportivo para convertirse en un problema de identidad. Los próximos partidos serán cruciales para que los jugadores demuestren que han captado el mensaje de la tribuna y que están dispuestos a luchar por el honor del escudo.

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