Aunque Christian Cueva es un crack y lo demostró a IDV, la razón por la que está destinado al fracaso con Emelec

Aunque el peruano demostró ser el distinto contra los Rayados del Valle, no tuvo un solo compañero que lo acompañó y Emelec terminó cayendo

Emelec / Foto: API
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El partido de Emelec contra Independiente del Valle (IDV) fue una clara muestra de la dualidad que rodea a Christian Cueva en el fútbol ecuatoriano. Si bien el talentoso mediocampista peruano demostró ser el jugador más desequilibrante y con mayor visión del "Bombillo", su actuación individual contrastó fuertemente con el rendimiento colectivo del equipo. Cueva, con su gambeta y capacidad para generar juego, se erigió como el "crack" del partido, pero esta misma brillantez expuso una realidad preocupante para el club: su aislamiento en el campo.

La razón principal por la que la genialidad de Cueva parece estar destinada al fracaso en Emelec no es futbolística, sino estructural. El peruano evidenció tener el talento para romper líneas defensivas y habilitar a sus compañeros, pero se encontró con una alarmante falta de acompañamiento. Sus pases filtrados y sus intentos de triangulación se perdían porque, simplemente, no había un compañero en la misma sintonía o con la velocidad mental suficiente para capitalizar su creatividad.

El juego de Cueva se basa en el desequilibrio individual para luego potenciar el colectivo, pero en la derrota ante IDV, se vio obligado a cargar con la responsabilidad creativa él solo. Mientras él encaraba a uno o dos rivales, esperando la descarga o el pique de un delantero o un lateral, sus compañeros se mostraron estáticos o tomaban decisiones lentas. Esta falta de sintonía hace que el esfuerzo del peruano se diluya, transformando sus jugadas prometedoras en ataques frustrados.

Este problema subraya una debilidad más profunda en la plantilla de Emelec. Por mucho que un jugador de la calidad de Cueva pueda generar una superioridad momentánea, el fútbol moderno exige movimiento sin balón, sincronización y una estructura táctica que permita que el creador de juego tenga opciones de pase viables. Cuando un jugador distinto como Cueva no encuentra socios, su rendimiento se vuelve estéril, y la genialidad individual no basta para superar una carencia de funcionamiento de equipo.

La situación se vuelve crítica porque el tiempo es un factor en contra. Emelec necesita resultados inmediatos, y la presión sobre Cueva de ser el salvador es inmensa. Si el cuerpo técnico no logra reajustar la estructura y los movimientos de los jugadores a su alrededor, el peruano terminará sucumbiendo al desgaste físico y mental. Ver que sus pases precisos y sus desbordes no se traducen en ocasiones claras de gol, inevitablemente generará frustración y una caída en su nivel, por mucho talento que posea.

En conclusión, aunque Christian Cueva ratificó ser un jugador de élite con su actuación contra IDV, el equipo en general no está a su altura. El desperdicio de su talento por la falta de un sistema de apoyo efectivo y de compañeros que lo secunden en el ataque, condena a Cueva a una brillante pero solitaria cruzada en Emelec. Su destino al fracaso en términos de resultados colectivos no será por su falta de calidad, sino por la incapacidad del equipo para transformarla en victorias.

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