Estaban ahogados por la altura, la imagen de los jugadores de Palmeiras en el Rodrigo Paz que impactó a todos
Los jugadores del verdao querían que ya se termine el partido a los 2850 metros de altura
La imagen de los jugadores de Palmeiras en el césped del Estadio Rodrigo Paz Delgado de Quito se convirtió en un símbolo gráfico de la dificultad que impone la altitud en el fútbol de élite. Mientras el partido avanzaba, y con él la acumulación de esfuerzo y la falta de oxígeno a 2.850 metros sobre el nivel del mar, varios futbolistas del poderoso equipo brasileño colapsaron en gestos de evidente agotamiento. Fue un retrato impactante para la audiencia global, acostumbrada a ver al Verdão dominar físicamente a sus rivales.
El momento de mayor dramatismo se dio en el segundo tiempo, cuando la intensidad del juego no disminuyó. Las cámaras se posaron sobre varios jugadores que, tras una carrera intensa o una jugada de alta demanda física, terminaban hincados o tendidos sobre el césped. Estos atletas, de élite y con preparación física de primer nivel, no podían recuperarse, obligados a tomar bocanadas de aire con la boca abierta en un vano intento por llenar sus pulmones con el escaso oxígeno.
Figuras prominentes, como el joven y talentoso delantero Vitor Roque, mostraron signos visibles de asfixia. Su rostro, en lugar de la habitual concentración, reflejaba una lucha desesperada contra un enemigo invisible: la falta de aire. El desgaste se tradujo en una disminución notoria de su explosividad y lucidez, un indicativo claro de cómo la hipoxia afectaba el rendimiento físico y mental de los visitantes, neutralizando la superioridad técnica del Verdão.
Esta imagen de Palmeiras, un gigante sudamericano acostumbrado a la llanura de São Paulo, postrado ante la altura, subrayó la importancia del factor geográfico en las competiciones CONMEBOL. Los jugadores locales de LDU, aclimatados, pudieron sostener una presión alta y constante que terminó por ahogar a sus rivales. La diferencia en la capacidad de recuperación entre ambos equipos era abismal, un factor que se convirtió en un jugador más a favor del equipo ecuatoriano en el crucial partido de semifinales.
La desesperación del equipo visitante también se notó en la línea defensiva. Incluso el experimentado capitán Gustavo Gómez, una mole defensiva acostumbrada a resistir, fue visto haciendo esfuerzos sobrehumanos por mantenerse en pie. Los defensores tuvieron que reducir sus salidas y sus transiciones, sabiendo que cualquier pique largo les pasaría factura inmediatamente. El cansancio no solo era físico; también era visible la frustración en sus rostros por no poder responder con la potencia habitual.