Mientras en el estadio de River se reían, así estuvieron los jugadores de Palmeiras en el Rodrigo Paz Delgado
El cuadro albo tuvo casa llena para las semis de Libertadores contra el Verdao y no dejaron de alentar un solo segundo
Mientras en algunos estadios se vivía un ambiente de mofa y alegría, quizás por la derrota de un rival o el avance de su equipo, el rostro de los jugadores de Palmeiras en el Rodrigo Paz Delgado de Quito reflejaba una realidad muy distinta: la de la preocupación y el sometimiento. El poderoso equipo brasileño, uno de los grandes candidatos al título, se encontró con un escenario hostil y un rival que, potenciado por la altura y la intensidad, lo estaba superando en todos los aspectos, un dominio que se grabó en las expresiones de sus principales figuras.
Uno de los más afectados visiblemente fue el joven delantero Vitor Roque. El talentoso atacante, acostumbrado a ser una fuerza ofensiva dominante en Brasil, se vio ahogado por la altitud, incapaz de realizar las arrancadas y los piques explosivos que lo caracterizan. Su rostro, capturado por las cámaras, mostraba frustración y agotamiento, con gestos de incredulidad ante la dificultad para generar peligro y para mantener la intensidad de la presión en la zaga de LDU.
A su lado, el Flaco López tampoco pudo ocultar su malestar. El delantero argentino, protagonista de una acción polémica por una posible expulsión, deambulaba por el campo con una expresión de impotencia. Las cámaras de la transmisión internacional lo enfocaron en varias ocasiones, revelando un semblante de profunda preocupación que contrastaba con su habitual agresividad. Él y Roque se veían desarticulados, aislados y sin la frescura física necesaria para desequilibrar.
El nerviosismo no era exclusivo del frente de ataque. En la mitad de la cancha, el experimentado volante Andreas Pereira, pieza clave en el esquema de Abel Ferreira, exhibía un semblante sombrío. Su lenguaje corporal denotaba la dificultad para manejar los tiempos del partido y para encontrar espacios en medio de la asfixiante marca de LDU. Se notaba en sus gesticulaciones hacia sus compañeros la desesperación por reordenar un equipo que parecía perder la brújula táctica.
Incluso la columna vertebral y el líder del equipo, el paraguayo Gustavo Gómez, reflejaba la tensión. El capitán y referente defensivo, conocido por su temple inquebrantable, se veía visiblemente fastidiado, dando indicaciones a gritos y con las cejas fruncidas. Su rostro, normalmente pétreo, dejaba entrever la seria preocupación por el descalabro defensivo y la incapacidad para contener los avances constantes y peligrosos del equipo ecuatoriano.
La máxima expresión de este desasosiego se encontraba en el banquillo, con el director técnico Abel Ferreira. El portugués, artífice de la era dorada de Palmeiras, estaba inquieto y visiblemente contrariado. Su habitual pasión y autoridad se mezclaban con gestos de profunda preocupación, evidenciando que el plan de partido no estaba funcionando y que la combinación de la altura, el ímpetu de LDU y la fatiga física de sus estrellas —Vitor Roque, Flaco López, Andreas Pereira y Gómez— habían convertido al todopoderoso Palmeiras en una versión de sí mismo vulnerable y, lo más insólito, temerosa de correr en el Rodrigo Paz Delgado.